Thursday 10 April 2008

Marta


Jaspe rojo levemente cardado, océano en los ojos, mejillas cinceladas, almohadillas encarnadas en los labios, piel blanca, enrojecida selectivamente por el viento. Ya nos conocíamos, aunque ninguno de los dos lo sabía en aquella noche de primavera semiotoñal. Me impresionó la candidez de su rostro, la ternura de su mirada, la honradez de sus gestos. Enseguida supe que quería abrigarme con ella el resto de mi vida. Han pasado veinte años y todavía se empeña en quererme. Qué generosa ha sido la diosa Fortuna.