Friday 25 September 2009

Envido al juego con 33


Estaba habituado a perder, pero no le gustaba. Subir la apuesta simplemente aumentaba el quebranto. Empezó a pensar que quizás el hecho de que jugase con cartas descubiertas en una mesa en la que todos tapaban sus naipes explicaba en parte su mala fortuna.

Friday 14 August 2009

Big Brother Deluxe


Hace unos meses abrieron un restaurante junto al museo de escultura abstracta bajo el puente de Juan Bravo que, por cuestiones de logística, se ha convertido en nuestro comedor de referencia. Está a apenas 100 metros de la oficina y puedes comer razonablemente rápido y sano. Aunque el local es bastante angosto y cicatero con el espacio (llegamos a comer seis en una mesa justita para cuatro), abrieron una terraza amplia al aire libre. Resulta un poco más caro que la media de la zona, pero la desconexión y el divertimento están plenamente garantizados. Resulta que los habituales del lugar ofrecen un espectáculo acojonante, particularmente para quienes, como el niño Andrés y el resto de nosotros, en mayor o menor medida, no podemos evitar atender a las conversaciones ajenas.
Media docena de bronceadísimos jóvenes, casi con toda seguridad empleados en un banco de inversión, lucen sus inmaculados trajes en una mesa próxima a la nuestra. Unas pulseras de nudos, dos de ellas con un bordado imperfecto de la bandera de España, y un pelo ligeramente largo por atrás y peinado de lado se empeñan en demostrar que, pese a su oficio, son personas libres, a lo mejor hasta un poquito “jipis”. El más joven lleva la voz cantante, habla de un fin de semana increíble en el coto de su papi. No distinguimos con exactitud todos los tramos de la conversación, pero deducimos que le gusta más matar lombrices – tal vez fueran perdices- que comérselas. También que tan divertida actividad está reservada a los varones. “No hodasssss, no, no, mi chica se quedó en Madridddddd” “Las únicas mujeres que pisan el coto son las mucamassss”.
Con casi 40 grados a las dos y media de la tarde deciden quitarse las chaquetas – No lo oímos, pero lo han pactado, seguro, porque se levantan todos a una para realizar el mismo movimiento-. El cazador de lombrices lleva unos hermosos tirantes, como los de Gordon Gekko en Wall Street y comparte con el resto bonitos bordados con sus iniciales en la camisa.
Ya sin chaqueta, visiblemente más cómodos, viran la conversación hacia el fascinante mundo de los viajes. Se ve que el más dorado de ellos ha estado de vacaciones en Saint Tropezzzzzzzzzz. Comienza entonces una surrealista pelea de egos. Para nuestra sorpresa, el cazador de lombrices queda KO en la primera ronda tras cometer el fatal error de mencionar que una vez estuvo en Benidormmmm (Muy mal, chato, muy mal, mira que pasar del coto a Benidormmm). Uno de ellos se retira directamente, se ve que era el becado del IESE y no se atreve a confesar que pasó los últimos veranos remando en el lago del Retiro con ocasionales excursiones, tortilla en ristre, al Valle de los Caídos. Pero los cuatro que restan son duros, expertos en el cuerpo a cuerpo. - ¿Nueva York?. Pues toma Brno. ¿Iguazú?, pues trágate este República del Congo. Tras recorrer los continentes en un período récord, el más maduro se convierte en claro ganador. “El campo base del Everest, eso sí que es un “must””. Un upper cut de libro que deja tumbados a los tres contrincantes. Ya embriagado por el triunfo, decide lucirse. “El polo es otro must, nadie debería morir sin visitarlo” afirma dejando a los contrarios boquiabiertos y a nosotros, pobres paletos, preguntándonos a qué clase de polo se refería. El Frigo Pie, para Andrés, aunque Feli prefiere el mítico Drácula.
Por más que buscamos no hemos conseguido encontrar las cámaras, probablemente escondidas entre las plantas, las sombrillas o en las bandejas de los camareros. Por si acaso, nosotros usamos nombres falsos, no nos quitamos las gafas de sol e impostamos la voz cuanto podemos.

Wednesday 12 August 2009

El Grito


Quebró el silencio y la rutina que acompañan mis largas noches de insomnio con un grito aterrador. Subí las escaleras de dos en dos para constatar que el motivo de su ansiedad era de carácter reservado. Envidié su desazón. Hace una eternidad que la bestia que vive en los sueños no me visita

Tuesday 9 June 2009

¿Más té, más café?


En primera clase un par de ejecutivos con el éxito dibujado en el rostro apuraban las reservas de vino y marisco que transportaba el avión; un cuerpo de sinuosas curvas dormitaba en el asiento delantero adosado a una hembra treintañera. Tres azafatas, una por pasajero, se desvivían por hacer su viaje a bordo lo más placentero posible.
Una fina cortinilla separaba a los viajeros selectos de los de la clase turista. Aunque el espacio entre asientos apenas dejaba sitio para estirar las piernas, el Airbus-321 sólo estaba ocupado en una cuarta parte y la mayoría de los viajeros podían reclinarse cómodamente sobre dos o tres asientos. La pasajera del asiento 28 C tenía incontinencia urinaria, quién sabe si nasal, y visitaba cada 20 minutos el aseo situado en la parte central del aparato. El del 23 A estaba sufriendo uno de sus ataques de pánico, a pesar de la generosa dosis de Lexatin que se metió entre pecho y espalda. En la fila 14, una pareja trataba infructuosamente de acallar el llanto de un bebé que no iba para piloto. Dos filas más atrás, un anciano de gesto adusto pulsaba repetidas veces el botón de aviso de las azafatas encontrando en cada ocasión un motivo distinto para recordarles que la calidad del servicio dejaba mucho que desear y amenazarles con presentar una queja por escrito.
Amama y Manoah no estaban muy cómodos y aunque el resto del pasaje no habría dudado ni un momento en calificarles de salvajes, no se quejaban. Muy al contrario, daban gracias al cielo por poder hacer la primera excursión fuera de su pueblo hacia tierras más civilizadas. Aunque jamás se atemorizarían ante la presencia de un león enfurecido, un caimán sediento de sangre o una manada de elefantes, eso del avión y cruzar el océano les merecía bastante respeto y tenían el miedo y el frío metido en el cuerpo.
Una violenta sacudida en el lado izquierdo del avión desperezó a los viajeros más somnolientos.
- ¿Qué ha sido eso?, preguntó el inexperto segundo piloto estupefacto.- Parece como si hubiésemos chocado con un pájaro del tamaño de un caballo.
El anciano quejica no tuvo tiempo de abrocharse el cinturón de seguridad cuando se encendieron las luces de aviso; Su protestona cabeza chocó bruscamente con la ventanilla del avión. Haber pedido pasillo, cabrón, pensó una de las sufridas azafatas, décimas de segundos antes de caer de culo tras una segunda y aún más violenta sacudida.
Al joven del lexatín se le cortó durante unos largos segundos la respiración y sufrió taquicardia. La pareja protegió con sus cuerpos al bebé que, curiosamente, dejó de llorar ante lo que interpretó como una brutal muestra de cariño. A la pasajera del 28 C, cuestión de estadística, los temblores le cogieron en el servicio así que sobrellevó la situación dignamente castigando el tabique nasal con una dosis doble de polvo blanco. En primera, los dos ejecutivos, ciegos de vino y champán, apenas notaron el movimiento, las ventajas de viajar en business. La treintañera de curvas sinuosas se despertó sólo ligeramente.
Entretanto, Amama y Manoah vieron pasar un rápido documental de sus cortas vidas en blanco y negro en décimas de segundo.
- Les habla el comandante, disculpen las molestias, sólo han sido unas turbulencias. Pueden desabrocharse los cinturones, a continuación nuestro personal de vuelo les servirá una merienda.
El ambiente a bordo se hizo mucho más llevadero, la pareja con el niño dio las gracias a dios porque sólo hubiesen sido turbulencias, el anciano seguía medio adormecido como consecuencia del golpe, aunque a nadie le importó. El joven con crisis de ansiedad engañó los nervios comiendo ávidamente, mientras los dos ejecutivos rememoraron su época de tunos rondando a la somnolienta compañera de primera clase que, para tratar de frenarles, les dio una generosa propina. Las azafatas, servida la merienda y tras la preceptiva ronda adicional de ¿mástémáscafé?, se entretuvieron despellejando a la pasajera del 28 C, quien, ya ostensiblemente colocada, encabezó una sonora ovación para el piloto mientras el avión tocaba tierra.
Pocos minutos antes, nada más abrirse el tren de aterrizaje, los cuerpos congelados de Amama y Manoah cayeron a plomo sobre la pista del civilizado aeropuerto.

Wednesday 27 May 2009

Para los caballeros es imprescindible el uso de americana y corbata



Los que me conocen mínimamente saben que no soy muy dado a las formalidades. El protocolo, como tantas otras reglas sociales, me provoca un rechazo casi irracional. Aún así, el martes decidí afeitarme y me puse uno de los tres trajes que tengo a sabiendas de que, al menos en mi oficio, es relativamente imprescindible cumplir con un mínimo de preceptos y, desde luego, en ocasiones hace el trabajo mucho más sencillo. El grado de convencimiento no era suficientemente fuerte como para obligarme a sacar del cajón de los inservibles una corbata, la prenda que más detesto y en mi modesta opinión, una de las creaciones más absurdas en la historia de la humanidad.
Eso sí, consciente de que la cita era de alto copete, conjunté razonablemente un traje gris claro de verano con un polo negro de hilo y unos cómodos pero aparentes zapatos de piel.
La cita, organizada por uno de los empresarios más representativos del país, se celebraba en el renombrado Zalacaín, un exclusivo e ilustre restaurante que presume de haber deleitado el paladar de monarcas, políticos, “premios nobel” y otras grandes personalidades.
Aunque García Márquez – premio Nobel de literatura, por cierto - lo considera “el mejor oficio del mundo”, yo soy plenamente consciente del concepto de “canallesca” que en términos generales se tiene de la clase periodística en España. Por eso estoy más que acostumbrado a los prejuicios y me niego a jugar a ser quien no soy. Muchos de nosotros nos vemos inevitablemente arrastrados a las realidades que cubrimos al sentirnos erróneamente parte de los universos en los que nos movemos exclusivamente en el ejercicio de nuestra profesión. En mi caso, todavía acierto a distinguir el apretón de manos, el chascarrillo o la afabilidad de un financiero, político o primer ministro cuando se dirige a la clase periodística como si fuesen antiguos compañeros de colegio. Pero se sorprenderían de la cantidad de compañeros que he visto reconvertirse sin remedio en pseudobanqueros.
La reunión del martes, una tradicional cita de confraternización que realiza anualmente la empresa en cuestión con la clase periodística, es una de esas en las que sabes que, aunque sin compromisos, hay que mantener un cierto formalismo. Es por eso que, pese a mi tendencia al descuido en el vestir, acudí elegantemente presentable a la cita, dentro de la subjetividad asociada al término “elegante”.
Aparqué mi motocicleta convenientemente alejada de la puerta de esa grandiosa casa de comidas que debe su nombre a la inmortal obra de la picaresca imaginada por Pío Baroja – por cierto, con una extensa labor periodística -. Dejé el casco y la cazadora en el maletín trasero, me atusé los cuatro pelos que todavía me quedan y, enfilé decididamente las escaleras de la entrada. Mi primera sorpresa fue no recibir respuesta alguna a mis “buenas noches” de parte de una señora que me recordó a la inquietante ama de llaves de Rebeca. Tras hacerme un repaso visual digno de un jurado en un festival de belleza y constatar que no llevaba arma alguna en las manos, la señorita Rottenmeyer me inquirió: “¿Dónde va usted?”. Su actitud me produjo un suave calambre cerebral que me transportó por un momento a mi época de estudiante cuando pretendías entrar “sin invitación” en determinadas salas de fiesta. “Voy a una recepción organizada por XXXX”, dije con timidez. “Pues no se puede pasar sin corbata”, me contestó mientras constataba que el blando cuello de mi polo de hilo difícilmente aguantaría el nudo, ya fuera windsor o cruzado, de la pieza de seda que sin duda estaría dispuesta a prestarme. “No hay ningún problema, señorita”, dije sin alterarme y desanduve mis pasos . Pude haber pedido que avisara a X o Y, o tratar de explicar a esa maestra del protocolo que estaba invitado por un grupo que había cerrado el restaurante y que, por lo tanto, entendía que estaba sujeto a otras reglas. También pude haberme entretenido en explicarle que ni siquiera había constatado mi identidad ni la del medio al que representaba. Pero ¿saben qué?, creo que aquel día me dejé la humildad en casa, con la corbata. De repente me llenó una placentera sensación de conciencia de clase. Me enfundé la ropa de la moto y enfilé la A-6 reflexionando sobre lo jodidamente incomprensible que es este mundo en el que convivimos con muchos talibanes que se niegan a salir del armario.

Tuesday 19 May 2009

Chau viejo



Pasatiempo

Por Mario Benedetti

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía.

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque un océano
la muerte solamente
una palabra.

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros.

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

Monday 4 May 2009

Extranjero de sí mismo


Era la primera vez que no se reconocía en el espejo. Hubo muchas posteriores, pero ninguna le produjo tal conmoción. La preocupación que le atenazaba hacía tiempo se convirtió definitivamente en pánico. Hacía unos meses que estaba experimentando una extraña sensación de aislamiento impropia de su carácter vehemente e inexorablemente comprometido. Los primeros días la percepción le produjo más que nada desorientación, incluso pudo disfrutar de un cierto placer al observar la falta de reacción a situaciones que normalmente recibían una respuesta muy pasional de su parte, incluso excesiva a juicio de algunos para un organismo demasiado acostumbrado a problemas digestivos y tensionales. Pero, con el paso de los días, el nuevo carácter fue soldándose tenazmente a su temperamento y acabó por convertirlo en un extraño para sí mismo. Se veía totalmente ajeno a las vivencias que experimentaba su cuerpo. Los sentidos apenas le pertenecían y empezó a ver como desconocidos al restringido grupo de quienes consideraba cercanos. Estaba fuera de las conversaciones y más lejos aún de las discusiones que habían forjado su vida y relaciones. Se sintió desterrado de su propio cuerpo y cada vez realizaba visitas al baño con mayor frecuencia con el objetivo único de que el espejo le devolviese una imagen de sí mismo que era incapaz de recordar sin ayuda. Aquel día, cuando sus padres, mujer, hijos, hermanos y compañeros le devolvieron un gesto socarrón desde el cristal del baño creyó morir. Pero poco después lo entendió todo. Aquel cuerpo se había convertido, por fin, en el hombre que tanto anhelaban los suyos y lo mejor era dejarse llevar.

Wednesday 25 March 2009

Rabia


Todavía les sorprendía el sonido seco pero casi palpable de la nariz al quebrarse. Seguían excitándose con el crujir de las falanges y lo fácil que resultaba hacer brotar sangre de los párpados. Les hacía sentirse bien patear a sus víctimas en el suelo. Buenos momentos, buenos colegas. Como cuando rociaban de gasolina a los ratones del barrio y les ponían una mochila de petardos con cinta americana antes de partirse el pecho con el reventón de los putos roedores.

Cuanta más perplejidad percibían en la víctima, mayor era su grado de satisfacción. Les gustaba esa sensación única de poder en el sentido más amplio de la palabra. Como cuando sus padres repartían hostias en casa. Pero aquel día se les fue la mano, quizás se habían pasado de farlopa o simplemente no supieron calcular la fragilidad de la cavidad torácica del chaval. Las Doc Martins que levantaron a aquel guiri maricón mientras suplicaba en inglés hicieron un trabajo perfecto. Reventaron el saco pericárdico del joven como si fuese papel de fumar.

En el talego las reglas cambiaron y con ellas su concepto del mundo. - Qué hijadeputa es la vida, se dicen mientras arrancan las patas izquierdas de una descuidada cucaracha para condenarla a un círculo eterno.


Wednesday 14 January 2009

Las dudas de Oli


Me desarma cuando me mira ligeramente estrábica a través de esas gafotas de plástico azul celeste sujetas milagrosamente por una nariz minúscula. Me encanta y a la vez me acongoja cuando duda, no se sabe si porque le gustaría darte la respuesta que necesitas o porque de verdad no recuerda cuestiones tan banales como con quién ha jugado en el patio o si la seño ha regañado a alguien ese día. “Bueno mmmm, no sé” “Creo mmm no sé”, dice sin centrar la vista, dibujando con los labios un gesto imposible entre la tristeza y la risa contenida. Siempre está pendiente del bienestar de cuantos la rodean, abriga a los débiles en cualquier circunstancia. Es excepcionalmente generosa. Tal vez simplemente por eso no quiere contrariar a nadie y prefiere utilizar esa muletilla que me revienta cada día el ánimo y a la vez hace aumentar hasta el infinito la ternura y el cariño.¿Por qué? Bueno, mmm, no sé.