Wednesday 25 March 2009

Rabia


Todavía les sorprendía el sonido seco pero casi palpable de la nariz al quebrarse. Seguían excitándose con el crujir de las falanges y lo fácil que resultaba hacer brotar sangre de los párpados. Les hacía sentirse bien patear a sus víctimas en el suelo. Buenos momentos, buenos colegas. Como cuando rociaban de gasolina a los ratones del barrio y les ponían una mochila de petardos con cinta americana antes de partirse el pecho con el reventón de los putos roedores.

Cuanta más perplejidad percibían en la víctima, mayor era su grado de satisfacción. Les gustaba esa sensación única de poder en el sentido más amplio de la palabra. Como cuando sus padres repartían hostias en casa. Pero aquel día se les fue la mano, quizás se habían pasado de farlopa o simplemente no supieron calcular la fragilidad de la cavidad torácica del chaval. Las Doc Martins que levantaron a aquel guiri maricón mientras suplicaba en inglés hicieron un trabajo perfecto. Reventaron el saco pericárdico del joven como si fuese papel de fumar.

En el talego las reglas cambiaron y con ellas su concepto del mundo. - Qué hijadeputa es la vida, se dicen mientras arrancan las patas izquierdas de una descuidada cucaracha para condenarla a un círculo eterno.