Tuesday 15 March 2011

Mi pequeño


Técnicamente todavía no ha alcanzado la pubertad, pero su alma mide ya más de dos metros.  Pese a la estrechez de las muñecas y a una estatura bajo percentil, ya ha desarrollado algunas habilidades propias de un campeón.  Con tendencia a dispersarse, un grado de despiste que sólo puede competir con el de su padre, Diego también posee un grado de entrega, pasión y compromiso poco habituales, que compensan con creces sus descuidos. Con apenas 12 años tiene una cultura musical y cinematográfica extraordinaria. Su pasión por la música, con la inestimable ayuda del maestro Mario, le permite sacar una rítmica impresionante a su Grestch vintage gracias no sólo a su habilidad con las baquetas y una excelente coordinación, sino también a unas ganas que vencen muchos obstáculos, casi las mismas que le permiten jugar al baloncesto superando su baja estatura con unos latidos que  ensordecen el campo. Tengo algunos encontronazos con él, para qué negarlo, pero no es más que el temor a verle repetir mis propios errores con algunas pautas de comportamiento que me recuerdan al niño que una vez fui. Bajo una aparente indiferencia se esconde una sensibilidad de un romanticismo que asusta. A veces me sorprende con afirmaciones infantiles: “No sé si voy a ser baloncestista, batería de un grupo famoso o veterinario”. En otras me desencaja cuando descubro su facilidad para detectar el sufrimiento o una determinada actitud esquiva en un tercero. Saboreo cada momento compartido al margen de la diferencia generacional. Ya sea una mini jam session, la revelación de un nuevo grupo, un western oscuro  o una partida de la Play. Muchas felicidades Dieguito, es una suerte tenerte.

Wednesday 2 March 2011

María


No aparta esos ojazos pardos como almendras cubiertas de magnesio cuando las cosas se ponen feas. Es generosa sentimental y materialmente, bondadosa, con un amplio sentido de la justicia. Heredó los genes de satisfacer a quienes le rodean, pero mejoró la casta con unas firmes convicciones que la llevan en ocasiones a tomar decisiones que no necesariamente son del agrado de todos, algo que a nosotros nos ha costado cuarenta años y que todavía ejecutamos con notable dificultad. Adoro su media sonrisa apoyada en el hoyuelo de la mejilla izquierda, su contagiosa carcajada, su vital forma de entender los estudios, la lectura, el cine, la amistad, la familia… la vida. Es uno de los grandes alicientes de mi vida. Pensar en ella, contemplar su vitalidad, su verborrea cuando regreso del trabajo con ganas de dormir durante años es la mejor terapia que uno puede recibir. Y todo esto con 14 años. Felicidades María.