Thursday 8 March 2012

Feliz San Antón

No me cuesta mucho ausentarme, pese a estar presente. Supongo que la combinación de los chiles hindús y el vino ayudan considerablemente a la tarea. Salgo al balconcillo a fumarme un cigarro y mi espíritu decide seguir al raso, contemplándote, a todos vosotros, a través del fino cristal que separa la estancia perfumada y bienaventurada de la umbría, fría y pestilente realidad de la judería madrileña.
Estás particularmente guapa esta noche, pero lo estáis todos, ahora que me fijo. Todos tan guapos, tan  inteligentes, tan vivos, tan… humanos. Me gusta, de verdad, ver cómo te diviertes, cómo intervienes en las conversaciones, cómo practicas tu inglés, cómo interactuáis con naturalidad.
Por mi parte, aunque mi cuerpo se adapta, me siento mucho más cerca de esa perrilla medio perdiguera que sueña con cazar conejos mientras vive algo ajena una fantasía domesticada rezando por adormecer esos instintos que la empujan a perseguir las palomas que pasean libres por la Plaza de Cascorro, por no defecar en la cerámica decimonónica, por no desairar, en definitiva, a sus esforzados dueños.
Hace pis nada más salir del portal y me mira deseando que haya captado su disposición. Corre tanto como se lo permite la correa extensible de 15 metros acostumbrada ya al adoquinado sendero del barrio olfateando en las alcantarillas, lo más parecido a una madriguera que puede encontrar en la dehesa urbana. Es entrañable, casi adorable, es fácil cogerle cariño, pero es un verdadero asco recoger su caca de la calzada.
Te entiendo mejor, regreso apresuradamente a la mesa decidido a formar parte de ese mundo que habitáis los seres humanos. Reparas en que te estoy observando y piensas. “joder, otra vez querrá cagar; si le acabo de sacar”.