La
pesadumbre se pasea otra vez incansable por mi propiedad. Ya ni siquiera trata
de esconderse, se muestra, ufana, a cualquier hora, buscando enamorarme otra
vez. Resisto a duras penas su negra desnudez, el obsceno contoneo de la
decepción que me muestra, la seductora melodía de su afligido canto. Evito
mirarla de frente, solo la observo, entre avergonzado y reprimido, cuando me da
la espalda sabiendo que, antes o después, cruzará el umbral y me robará la
voluntad con su beso del sueño.