Friday 9 July 2010

Que no me callooooooooooo!!!!!!!!



Almuñecar (Granada) 4 de julio de 2010. No juega España y se han acabado las fiestas de la Colonia Taramay. 35 grados con sensación termina de 2.000, Dos de la mañana.


Parece que hoy nos vamos a acostar temprano; hemos recuperado a Leela y los niños están algo más calmados, aunque el disgusto ha llevado a Dieguito a ponerse enfermo con fiebre y Mani sigue chupándose el culo con fricción (igual es estrés postraumático). Leemos un ratito en la tranquilidad del porche y, pese al asfixiante calor y al compás relativamente uniforme de los grillos, consigo dormir del tirón una horita y media. Me despierta al borde de las cuatro de la mañana el grito desesperado de un gallo. Sí, han leído ustedes bien, cuatro de la mañana y un gallo, dos factores relativamente nimios, pero con consecuencias demoledoras.
Resulta que, desde mi primera visita a la casa de mi suegro en Almuñecar e incluso desde mucho antes si hacemos caso de la leyenda que cuentan los Najarro, un puto gallo con los biorritmos cambiados tenía la pésima costumbre de cacarear mucho antes del amanecer. El gallo en cuestión, probablemente de origen islandés - explicaría los desajustes horarios- o invidente - ayudaría también a entender la dificultad para distinguir la noche del día - debe haber muerto hace años. Sin embargo, probablemente aleccionados por él, todos sus descendientes y vecinos con cresta heredaron tan extraordinaria costumbre constituyendo una de las insólitas características que, junto con los aguacates y las chirimoyas, configuran las peculiaridades de ese rincón tropical llamado Almuñecar. Adoro los aguacates y no comparto, aunque entiendo, que las chirimoyas pueden ser consideradas un manjar único, pero soy también de los que piensan que todo tiene un justiprecio.
Por tratar de hacer la descripción breve y suficientemente explícita imaginen un calor de tal magnitud que hasta un mosquitofóbico como yo necesita dormir con las ventanas abiertas en una zona en la que los chupasangres apenas pueden volar de la carga que soportan. Imaginen también que el valle en el que se asienta la casa tiene un efecto eco espectacular y que, además, está poblado por abundante fauna entre perros, gatos, gallinas, conejos, palomas, salamandras, arañas multicolor… y gallos.
El primer cocorocó es inmediatamente seguido por otro exactamente en la misma nota pero e distinto tono, éste a su vez es contestado por el primero, replicado por un tercero y así sucesivamente. Al mismo tiempo, los perros, animados por la jam session de los pollos se suman con un festival de ladridos y/o aullidos que son, como no, respondidos por algún que otro maullido de un valiente gato arrabalero. Esta noche, en el cénit de la locura insomne, llegué a contar hasta 30 ladridos, aullidos o cacareos en un minuto, uno cada dos segundos. Pese a dormir en la parte de la casa menos expuesta a los ruidos, los niños acaban también por despertarse y comienza entonces un trasiego en bucle de una cama a otra buscando consuelo para retomar el sueño en la disneylandia de Le Coq Sportif.
Mi cuñado Paco, siempre ágil de mente, se divertía en verano pensando distintas formas de acabar con el gallo y, de paso, permitía al resto exorcizar sus demonios imaginando al pollo en combustión espontánea en el microondas, reventando tras ingerir trigo almidonado, aplastado por un aguacate gigante, sirviendo de alimento al hombre lobo de los Guajares o destrozado por el certero disparo de un tirachinas que, pese al ingenio de Paco, nunca llegó a tener la tensión necesaria.
Olivia, que fue la última en levantarse esta mañana tras retomar el sueño alrededor de las ocho de la mañana cuando, por supuesto, todos los gallos echaban su siesta borreguera, nos sorprendió a todos: "Esta noche estaba escuchando al gallo y me parecía que decía quequenomecalloooo". ¡Viva España y las vacaciones!.

1 comment:

Toño said...

Es la mejor, su imaginación no tiene límites, "GRANDE OLI".