Tuesday 2 October 2007

'Password'

Tuvo que llamar al portero del edificio para que abriese la puerta de la oficina, había estado cuatro semanas de vacaciones y era incapaz de recordar la clave de entrada. Una vez dentro, le resultó imposible encender el ordenador por sí mismo, no recordaba ni el código general de la empresa ni el suyo particular. En la central le dieron una nueva identidad informática y una nueva clave secreta que debería cambiar no más tarde de una semana. Para acceder a los ficheros que necesitaba en internet se vio obligado a utilizar los datos de un compañero ante una persistente falta de memoria que empezó a preocuparle. De vuelta a casa se tragó un atasco impresionante que hubiese podido evitar de haber recordado la clave para encender el autoradio y haber escuchado, como hacía cada tarde, los boletínes vespertinos de tráfico.
Mientras reponía combustible en la estación de servicio próxima a su casa - gracias a que en la tapa del depósito especificaba bien a las claras que el vehículo utilizaba gasolina sin plomo - trató infructuosamente de memorizar los cuatro números de la clave de su tarjeta bancaria. 4, 8, 5, 7, 3,1416, 1!!!
Como si su vida dependiese de ello, se juró a sí mismo que acabaría por descifrar cuál de los cuatro adosados que poblaban la calle a la que le había llevado su instinto sería el suyo. Creía recordar que tenía dos perros, así que supuso que los dos guardianes negros que se levantaban cerca de un metro del suelo ladrando insistentemente no le harían daño y traspasó sin demasiadas dificultades la puerta del porche. No tuvo necesidad de encontrar la llave adecuada puesto que la puerta no estaba cerrada. Se fue al sofá, pero no pudo sentarse porque tampoco recordaba la clave de acceso y el sillón de tres plazas le escupió nada más apoyar el trasero en el cojín de cuero negro.
Amaneció con una fuerte erección. No sabía quién era aquella mujer que dormía plácidamente a su lado, desnuda. No distinguía su rostro ni sentía afecto por ella. Descartó la idea de despertarla y preguntarle su nombre y simplemente optó por rozar con la mano la cadera nívea de aquella mujer. Depositó algo parecido a un beso sobre el primero de los huesecillos de la larga fila que recorría por su eje la espalda de la mujer, esperando que se despertara. Pero la mujer no despertó. Sin duda se lo impedía medio metro de cable de acero enrrollado en su cuello, así como el hecho de que llevase completamente muerta ocho horas. Quiso pedir ayuda a Dios, pero no recordaba si era católico.

1 comment:

Anonymous said...

Tremendamente adictivo!!!!!!