Tuesday 18 September 2007

Domingo


El domingo es el Día del Señor, decía su madre. Pero su papá jamás iba a misa. Se pasaba la mañana durmiendo y la tarde dormitando mientras repasaba sin demasiado interés los titulares de la prensa. En el corto paseo entre casa y la Iglesia se daba cuenta de que, salvo para su padre, efectivamente no era un día normal. Abuelos, padres, madres, e hijos perfectamente engalanados llegaban en sus autos limpios y brillantes como ningún otro día de la semana.
A veces se entretenía en contar cuántos de los coches, casi todos enormes, tenían tracción a las cuatro ruedas, lo que delataban ostensibles rótulos atrás, delante, en los laterales o atrásdelanteyenloslaterales. Y parecía que el domingo era también el Día de los 4x4. Se preguntaba a qué respondía aquella concentración de vehículos todoterreno en las puertas de la Casa del Señor aunque suponía que sin duda harían mucho más sencillo el accidentado trayecto hacia la salvación.
Ya dentro de la iglesia parecía que el domingo era el Día del Párroco. Otros lucían sus mejores prendas y sus coches brillantes y estaba claro que Don Cosme vivía para lucir sus discursos. Preparaba su sermón durante días, probablemente frente a un espejo. Tenía madera de orador y aunque despachaba los oficios con suma rapidez se entretenía cuanto era preciso en exponer su argumento dominical, nunca falto de metáforas, velados rapapolvos a la parroquia y la inevitable y no siempre bien entendida moraleja final. Se gustaba y también a muchos de los parroquianos que acudían en tropel a conmulgar.
Cuando salían de misa, su madre le dejaba ir a echar un partidito al polideportivo del pueblo y entre carrera, tiro y patada suponía que también a Dios debía de gustarle el fútbol. No sólo eran las pachangas en el pueblo, el domingo era también el día del fútbol a lo grande. Para algunos, era el día del Betis; del Barcelona para otros, pero para casi todos el de la liga millonaria, las quinielas, el pagoporvisión, los transistores y los gritos en casa, por una vez, consentidos y hasta alentados por muchos de los habitantes de su pequeña localidad, incluyendo a Don Cosme, un enfervorizado hincha del Madrid.
Para su madre el Día del Señor era también el de los dulces. Pasteles, chocolatinas, tartas y todo tipo de bollería eran bien recibidos en casa los domingos. Un particular caprichito que su padre, entre cabezada y cabezada, compartía con gusto.
Se imaginaba a Dios, encorbatado y conduciendo a un metro del cielo su Kayata Supramegatón. O con la camiseta de Raúl, inflándose a pasteles mientras mira el partido de la jornada desde su palco de abonado o en un mítin, embelesando con sus palabras a cientos de ángeles ...
Una de esas tardes de domingo, mientras su madre visitaba la pastelería y su padre echaba un sueñecito adormecido por la programación de televisión previa al inevitable todofútbol, megustaelfutbol, comofútbol o cualquiera de sus variedades, descubrió entre los restos de la prensa esparcidos por la mesa un subrayado entre los anuncios por palabras.
"Tropical, ardiente. Recibo sin ropa, hago lo que quieras. Sólo domingos".

2 comments:

Anonymous said...

Tan mágicos, vivos e inquietantes como la primera vez. Eres increíble! Ni se te ocurra dejar de regalarnos estos momentos alucinantes

Anonymous said...

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