Thursday 13 September 2007

Locos por el cine


- “Sé lo que estás pensando: si disparé las seis balas o sólo cinco. Teniendo en cuenta que este es un revolver Magnum 45 capaz de reventar a un elefante, ¿no crees que deberías sentirte afortunado?”, dijo mientras con el dedo índice apuntaba a su imagen de vaquero reflejada en el espejo.
Era algo más que un aficionado al cine, veía un mínimo de dos películas al día, trabajaba para poder costearse una extensísima videoteca. Se aprendía los diálogos de memoria.
En la cola del banco, esperaba impaciente su turno y cuando le llegaba mantenía la boca cerrada sin ver el momento en que el cajero le preguntase: ¿qué desea?
– ¿Me estás hablando a mí?, preguntaba entonces con la mirada
perdida y una rabia contenida , emulando a Robert de Niro en una de sus
escenas favoritas de Taxi Driver. Los empleados le conocían desde hacía años y le seguían la corriente convencidos de que aquel pobre viejo no hacía mal a nadie y convenía no andar tocándole los cojones. Todos sabían cómo continuaba la película.
Trabajaba de representante en una multinacional farmaceútica, pero él prefería pensar que era un científico atrapado en una conspiración mundial. Hablaba a los médicos con términos desconocidos por los especialistas, barajaba hipótesis de virus letales que amenazaban al planeta envueltos en los envases de guisantes congelados y les adelantaba algunos avances en el campo de la clonación que ellos ni sospechaban.
En el tiempo que le quedaba libre entre sus excursiones cinematográficas y la agitada vida laboral, asistía regularmente a los conciertos fuera de abono en el Palacio Real, pero esa tarde no pudo disfrutar del espectáculo íntegro. Los obedientes acomodadores no tuvieron más remedio que expulsarle después de que se levantase megáfono en mano para vocear a la Orquesta Filarmónica de Munich “Tócala de nuevo, Sam” en una pausa de la octava sinfonía de Mahler.
Una señora entrada en años y carnes se enamoró perdidamente mientras le veía resistirse con notable educación a ser desalojado por los acomodadores "Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no les conozco muy bien", decía mientras era literalmente arrastrado fuera del recinto. Quizás fuese la combinación de aquella gabardina cruzada y el sombrero gris de ala ancha, o la barba de tres días, o el joven espíritu que ponía de manifiesto una actitud socialmente tan impropia.
Le siguió discretamente hasta una parada de autobús y venciendo al escuadrón de mariposas que revoloteaba por su estómago, le besó primero en la mejilla y luego ardientemente en los labios. El ni siquiera se estremeció, "nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción", dijo sin apenas inmutarse. A ella le sonó a música celestial y lo tomó por un cumplido, así que volvió a besarle hasta hacerle enrojecer.
Caminaron juntos hasta la Plaza Mayor y entraron a matar el hambre en uno de los franquiciados más rentables de McDonnald’s, la cajera despachó con agilidad tres menus completos extragrandes (dos y medio para ella) y se disculpó por no poderle ofrecer un Martini, ni seco, ni húmedo, ni agitado ni movido, ellos trabajaban exclusivamente con Coca Cola. Cuando hubieron dado buena cuenta de las hamburguesas con patatas se subió encima de la mesa, sacó de las tripas de la gabardina el megáfono e informó a los demás comensales: “A Dios pongo por testigo de que nunca más volveré a pasar hambre”.
Cuando los tres enfermeros le introducían con dificultad en el portón trasero de la ambulancia, ella se acercó y le susurró al oído: “Siempre nos quedará París”. Entonces él enloqueció de amor.

4 comments:

Fernando said...

¿Sería reiterativo decirte cuanto me gustan tus relatos?.
Me alegro mucho de que brindes a la gente la oportunidad de disfrutar de tu imaginación.
Ánimo amigo

Anonymous said...

Genial, pero ya lo sabes, ¿No?

Mi opinión, primero haber tratado de publicar un libro de "bolsillo" y luego ......
disfrutar haciendo lo que te gusta.
Pero siempre esto último, siempre disfrutando
besos

Anonymous said...

Sencillamente, es un relato precioso. Ojalá todos tuviéramos un pequeño punto de locura, seguro que seríamos más felices

Anita said...

En primer lugar, agradecerte que me hayas dejado compartir contigo estos pedacitos de arte, son geniales. En segundo lugar, me quito la "peluca" con este último, Ru. Eres capaz de superarte a ti mismo con cada cosa q escribes, ya sea un perfil de Florentino o un relato de amor.